jueves, 30 de julio de 2009

Convergencia 23

Capítulo veintitrés
Si regresa, es tuyo.
 
Cyrano había parado de reír de golpe, no tardaron la miradas extrañadas ante la expresión de extrema preocupación que tenía su compañero un segundo antes tan divertido.
 
-¿Qué sucede?- preguntó Le Bret, incluso a él le pareció extraño.
-Algo pasó.- masculló Cyrano dándoles la espalda y alejándose apresuradamente.

-¿Qué dices? ¿Ahora eres adivino?- lo siguió LeBret regañándolo -Solo faltan cinco minutos para que nos permitan salir, inventarte una excusa tan exagerada solamente para retar al Capitán saliendo antes de tiempo ya es demasiado.

-¡No es un pretexto!- le riñó enfadado Cyrano después de tomar su capa, le dio la espalda una vez más mientras se la vestía -Algo le pasó a Canelle, puedo sentirlo.

LeBret tragó saliva, si en realidad algo malo le había pasado a la chica y entre ella y Cyrano ya se había creado ese tipo de conexión, el asunto ya era más complicado de lo debido.
-Voy contigo.

-Olvídalo, la última vez que pasó algo en la Ópera terminé acusado de asesinato, no quiero involucrarte.- indicó imperativamente dirigiéndose a la puerta.

-¡Yo también le prometí a Canelle protegerla!- replicó el Cadete siguiéndolo.

-¿Y cómo nos ayudaras si nos atoramos los tres juntos? Porfavor dile a Christian que nuestra cita queda igual.

LeBret no tuvo nada que decir, ya había malacostumbrado a su amigo a sacarlo de líos. Soltó un suspiro de resignación y fue a buscar al muchacho rubio.
 

En el Palacio de la Ópera, Gabriel miraba acurrucado en un rincón a la multitud abanicada y a su tutora tratando de controlar el tráfico de gente en la esquina del pasillo, sumando sus esfuerzos de controlar a la multitud a los del personal del edificio. En cuanto el cuerpo de José Buquet había caído sobre el escenario Fleur le había soltado un fuerte golpe en la cabeza al niño que se había quedado paralizado del susto y le ordenó que saliera a esconderse, lo cual se le facilitó al estar tan cerca de la puerta.

Aguantándose su propio miedo abrazaba a una Ayesha muy asustada, en el primer rincón que había encontrado al salir corriendo. Finalmente prefirió cerrar los ojos y pensar en la ya desaparecida pastelería de San Honorato toda llena de los dulces que le gustaban.


Mientras tanto, en la azotea del edificio, cobijados bajo la Lira de Apolo Raúl trataba de consolar a una perturbada Cristina que no paraba de afirmar que todo era culpa de El Fantasma de la Ópera y que no era más que un hombre terriblemente malvado que la quería encadenada a él, a su triste vida y su deforme rostro.
 


Sales minerales consiguieron devolverle la conciencia a la joven tramoyista que fue encontrada desmayada en su puesto, Canelle sintió un escalofrío al reconocer frente a ella a los directores y el comisario Mifroid, y que era sostenida por dos policías. Miró alarmada hacia arriba y soltó un suspiro de alivio al ver el candelabro firme en su lugar.

-Nos vemos de nuevo.- dijo el comisario, aunque esta vez Canelle no lo sintió amenazante.

-¿Qué sucedió?- preguntó la chica con algo de dificultad, sentía la boca pastosa y un ardor en el pecho.

Andre y Firmin se miraron preocupados.

-Eso debería decirnos usted.- preguntó el comisario -¿Qué es lo que pudo ver?

-Nada.- respondió la joven -Estaba preparando el ballet y no puse atención a nada más, no sé como me desmayé y no vi nada.- al menos esta vez no mentía.

-¿Nada? preguntó Andre confundido -Pero Canelle, si el cuerpo de José Buquet cayó desde arriba, si tu estabas arriba debiste ver algo.

Los policías que sostenían a la muchacha pensaron que se desmayaría de nuevo al escuchar y comprender lo que Andre había dicho.

Esa mancha que había visto caer sobre el escenario no era otra cosa que el cuerpo de José Buquet.

-Ella no vio nada.- dijo el comisario resignado al comprender que la pobre chica no sabía ni siquiera quien había muerto.

-¿Puede levantarse?- preguntó amablemente uno de los policías.

-Sí.- respondió Canelle cerrando los ojos, se puso de pie con algo de ayuda y al recibir permiso de retirarse salió corriendo.
 

Los amantes en la Lira de Apolo ignoraban que eran observados por una furiosa figura oculta en las sombras. Ese estúpido muchachito lo estaba haciendo de nuevo: la estaba convenciendo de que él no existía, de que estaría segura a su lado, lejos de la Ópera, que huirían, se ocultarían y serían felices. Que la amaba, más de lo que nadie podría hacerlo jamás.


Canelle corría instintivamente hacia el tejado, había sido El Fantasma, eso era seguro. Le era difícil respirar, sentía que los pulmones se quemaban dentro de su pecho y se detenía en algunos descansos de las numerosas escaleras, conteniendo con furia las lágrimas.

Erik había olvidado que poseía lágrimas hasta ese momento en que luchaban por salir mientras miraba impotente como ese rubio sin cerebro se llevaba a Cristina abrazándola por los hombros. La rosa que yacía en el suelo era la misma que le había dejado esa noche en su camerino, para desearle el mayor de los éxitos en el papel de la Condesa.

La estrujó destrozándola en su mano.
-¡Maldecirás el día en que no hiciste lo único que el Fantasma pedía de ti!

-¡Tú!

El lugar pareció cimbrarse al chocar dos miradas llenas de furia y resentimiento.

Los ojos castaños de la chica que rabiosamente trataba de regular su respiración y no caer desmayada de nuevo estaban clavados en los tan mencionados ojos dorados detrás de la máscara. En cualquier otro momento habría estado temblando de miedo, pero el primer encuentro físico con El Fantasma de la Ópera estaba marcado por un dolor emocional y físico y una ira que no daban lugar al temor.

-¡Mira nada más!- Canelle apenas notó que no había rastro de la voz de trueno, esta vez parecía más la de una bestia herida -Vaya que eres resistente, no cualquiera estaría sostenido aquí arriba por su propio pie tan poco tiempo después de…

-¡¿Porqué lo hiciste?!- interrumpió ella sin miramientos, no iba a dejar que la distrajera.

-¿Sedarte? Para que no estorbaras.- explicó el Fantasma con una horrible mueca burlona.
 
La joven sintió que sus puños a sus costados se cerraban mecánicamente, sintió el impulso de lanzarse sobre ese hombre frente a ella y molerlo a golpes cuando el terrible ardor de una nueva aspiración hizo arder su pecho.

-Además,si te encontraban inconsciente serías otra víctima, no te tomarían por sospechosa de nuevo, ¿no pensaste en eso antes de venir aquí?

Canelle apretó los dientes, por supuesto que no lo había pensado, estaba demasiado concentrada en no volver a perder la conciencia.

-¿Porqué asesinaste a José Buquet?- preguntó desafiante.

-Ah, eso. Porque ya me había cansado.- respondió el sombrío ser como si fuera lo más obvio y normal del mundo -De que me buscara, de que esparciera esos estúpidos rumores, toda su persona era una ofensa al buen gusto, ¿no lo crees así?

-¡No!- soltó Canelle exasperada.

-¿No lo odiabas tú también? ¿Porqué te afectan tanto?- preguntó con saña.

-¿No lo entiendes? Por muy odioso y horrible que fuera, José Buquet fue quien me trajo aquí, quien le dio un sentido a mi vida. Si no hubiera llegado a la Ópera no hubiera conocido el arte, y no habría conocido a Cyrano. ¡Es lo único que me hace sentir que mi existencia vale algo! ¡Y lo asesinaste! ¡Asesinaste el comienzo de mi vida!

-¡Cállate, niña tonta!- la voz de trueno por fin regresó, Canelle instintivamente se encogió hacia atrás hacia atrás sintiendo una oleada de pánico -¡Claro que lo entiendo! ¡Pero que José Buquet se haya ido no te quita el arte ni a Cyrano! ¡Ese estúpido Vizconde acaba de llevarse lo único que me hace sentir que mi vida vale la pena!
 
A la chica le cayó de golpe la comprensión de lo que acababa de escuchar. Cristina era lo único que valía la pena para él y acababa de verla huyendo con Raúl minutos atrás. Se preguntó de pronto que sentiría si perdiera a Cyrano y las fuerzas se le quebraron con mucha más intensidad del dolor que había sentido desde que salió corriendo al tejado.

-Cristina volverá.- dijo débilmente con un nudo en la garganta.

-¿Qué dices?- preguntó el Fantasma irónico.

-Que Cristina volverá, estoy segura. Raúl no podrá darle lo que este Palacio y mucho menos lo que le da su Ángel de la Música. No lo soportará y volverá tarde o temprano y entonces ya veremos que hacer. Encontraremos una manera, lo sé.- de pronto ella tenía esperanzas, esa misma ilusión de que en un par de horas Roxana recibiría de nuevo a Christian y serían de nuevo los amantes más felices, tenía la certeza de que Cristina volvería -Yo te ayudaré, lo prometo. Buscaremos qué hacer, ¡pero asesinar no es la respuesta!

El Fantasma pareció sonreír en su semblante ahora lleno de tristeza.

-Cuando uno empieza a creer en el amor lo ve todo tan sencillo y bello…- dijo casi en un ssupiro -…tomaré lo que me ha dicho como una promesa, así que no te sorprendas cuando te pida cumplirla. Ahora si me disculpa, tengo una cita que atender.

Canelle apenas alcanzó a ver como desaparecía la figura con quien había hablado, y que le había dejado un profundo sentimiento de tristeza y confusión.

Al recordar de pronto quién había muerto se sintió abandonada e indefensa, como tantas veces que la noche la había sorprendido en una calle desconocida cuando era solo una niña de la calle. Como un autómata caminó hasta la Lira de Apolo, se hizo un ovillo a sus pies y sin poder resistirlo más dejó que las lágrimas salieran en un llanto como el que hacía años no necesitaba soltar.
 

Cyrano consiguió colarse entre la confusión que reinaba en la zona de camerinos y preguntó por Canelle a todo aquél que se cruzó en su camino. Nadie la había visto.

Dando grandes zancadas dispuesto a buscarla por toda esa construcción de ser necesario, lo iluminó un rayo de luz que se filtró por una ventana, la Luna llena brillaba tras haberse escapado de una masa de nubes negras.

-¿Arriba?- le preguntó Cyrano a su amiga la Luna tomando su aparición como una clara señal. Era la Luna llena de Octubre, la más grande del año, que había iluminado su camino al Palacio y ahora seguramente le mostraba el camino hacia Canelle. La siguió ventana por ventana, escalera por escalera hasta llegar a la azotea donde por un par de segundos no pudo evitar embelezarse ante la majestuosidad del satélite que brillaba con toda su intensidad.

Se espabiló al escuchar un sollozo lejano y apenas audible, instintivamente caminó a donde creyó haberlo escuchado y corrió hacia la Lira de Apolo al reconocer un bulto tembloroso a sus pies.

-¡Canelle!- exclamó alarmado inclinándose al reconocer sin duda que era su amiga quien casi se ahogaba en llanto, con cuidado la enderezó un poco y la acomodó en su regazo -¿Estás bien?- preguntó antes de sentirse estúpido - Quiero decir, ¿estás herida?

La chica apenas alcanzó a negar con la cabeza, aunque la verdad era que los espasmos causados por el llanto le causaban un terrible ardor en los pulmones que alimentaba aún más sus ganas de llorar.

Cyrano resopló un poco aliviado, había tenido verdadero miedo de encontrarla en un gran peligro o incluso malherida, pero solo lloraba con desconsuelo… con desesperación. Recordó vagamente una sensación parecida, de escuchar llantos femeninos desde su regazo y sin saber muy bien lo que hacía acarició su cabeza en un intento por consolarla.

-Estoy aquí, todo estará bien.- le dijo en voz baja, preguntándose que le había sucedido.

Los brazos de Canelle rodearon el torso de Cyrano, quien no dudó en hacer lo mismo y se quedaron en silencio hasta que del desconsolado llanto quedaron solo débiles sollozos.

-El Fantasma asesinó a José Buquet.- sollozó Canelle apenas audible.

Cyrano comprendió de un tirón lo mal que se sentía la chica -Lo siento.- fue lo único que se le ocurrió decir.

Canelle se acurrucó sin pensar en los brazos de Cyrano y cerró los ojos. Solo quería quedarse ahí.

-Déjalo ir, Canelle.- le dijo Cyrano acariciándola de nuevo -Se fue y no volverá, y no es tu culpa. A veces solo pasa.

La joven sollozó con mucho sentimiento, eso debía hacer, dejarlo ir y superarlo. Y entonces recordó.

-¡Christian!- Cyrano se dio el susto de su vida cuando Canelle se salió de sus brazos de un salto terminando en la orilla de la construcción -¿Qué hora es? ¡Debemos ir con Roxana, rápido!

-¡Tranquila, Canelle!- él se puso de pie y con cuidado tomó por los hombros a la exaltada muchacha, sintiendo miedo de que un cambio tan brusco de emociones le hiciera daño -Le dijiste a Ragueneau que no la dejara salir, ¿no? Tenemos toda la noche.

-¡No, no!- negó alarmada -¡No tenemos toda la noche! ¡Debemos apresurarnos! ¡Vamos!

No le quedó más que seguir a la chica que se había soltado y echado a correr sin ningotra explicación, preguntándose más que nunca que era lo que sabía ella que Christian y él ignoraban.
 

En la calle Scribe, Fleur Blanche abrazaba al pequeño Gabriel aun asustado, mientras Ayesha daba vueltas frente a la reja muy ansiosa, obviamente sabía donde estaba.

-Vaya noche, ¿eh?- ambos saltaron del susto al sentir a alguien junto a ellos, de las sombras salió una figura envuelta en una capa y un amplio sombrero cubriendo su cabeza. En un solo movimiento casi imperceptible se colocó donde la luz de la Luna bañaba su espalda, con lo que a la periodista y el niño solo les era posible ver una silueta a contraluz.

Ayesha saltó a los que parecían unos brazos extendidos, maullando de felicidad.

-Perdóname, Ayesha. No volverá a suceder.- dijo serenamente la voz que creían escuchar de la extraña figura -Me alegra que hayas vuelto.

-Ella también se ve contenta.- dijo Gabriel, quien tras el susto inicial estaba seguro de que la figura frente a ellos no representaría ninguna amenaza si no lo provocaban -Aunque le compramos salmón y caviar con el dinero que usted nos dio y yo la quiero y la cuidé mucho, seguro que hay algo que usted le da y yo no puedo darle. Tenía que regresar por eso.

La reportera y el niño se llevaron una sorpresa mayúscula al ver que la figura frente a ellos se estremecía por un instante. Gabriel se abrazó a Fleur instintivamente.

-Tienes razón, Ayesha regresó.- dijo la voz pensativa -Y debo agradecerte por eso.

La gata se acomodó en los hombros de la fantasmal silueta mientras esta sacaba algo de entre los pliegues de la capa y se la extendía al pequeño. Era una campana de plata que resplandeció a la luz de la Luna.

-Vamos, tómala.- dijo la voz, Fleur empujó un poco a Gabriel animándolo a que obedeciera y la pequeña mano tomó la campana con mucha cautela.

-Cuando quieran ver a Ayesha, vayan a la orilla del Lago Subterráneo, suban a la barca y entren al lago, cuando escuchen cantar a la Sirena toquen esta campana para que ella sepa que tienen mi permiso para navegar hasta la casa. ¿Han entendido?- explicó la voz.

Los dos asintieron mecánicamente, habían entendido las instrucciones pero les parecieron por demás extrañas, la figura se despidió y desapareció como una ráfaga.


Fleur y Gabriel se quedaron en silencio absoluto hasta que el niño comenzó a llorar bajito.

-¿Qué pasa?- preguntó Fleur abrazándolo tiernamente.

-Iba a decirle a Ayesha “Adios, te quiero” y se me olvidó.- explicó el niño abrazándose a su tutora, entre sollozos.

Fleur sonrió enternecida -Seguro que lo sabe, regresemos a casa.

Gabriel obedeció secándose las lágrimas y tomados de la mano salieron de la calle Scribe, caminando tranquilos y pensativos.
 

Mientras Cyrano y Canelle corrían por las calles de Paris, ella esperaba despejarse la mente con el viento frío golpeándole el rostro y aferrándose a la esperanza de esa noche: que Roxana no podía vivir sin lo que Cyrano y Christian le ofrecían y regresaría esa noche sin pensarlo.
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Qué triste…
ERIK: Catarsis… ¿o pedrada?
LEXELL: ¬¬
CYRANO: Pobrecita *le acaricia la cabeza como si fuera un perrito*
LEXELL: ¬¬ No abusen
LE BRET: *aparece* Sobre todo caballerosos ustedes dos, ¿eh?
LEXELL: Sí, eso de la “caballerosidad” es algo de lo que he estado gozando últimamente. CYRANO Y ERIK: ¬¬
LE BRET: ¡Qué lindo cuando te pones sarcástica con estos dos!
LEXELL: n.n
CYRANO: ¡Vamos a emborracharnos!
LEXELL: ¡VAAAAA!
*Todos corren a la cocina y el monitor se queda encendido y abandonado.*

viernes, 24 de julio de 2009

Convergencia 22

Capítulo veintidos

La maldición del canto del gallo



Mi amor voy para Inglaterra en viaje oficial con la criada te dejaré. Aunque encantado me llevaría a la criada conmigo.

Mientras los Directores se jactaban de que esa sería una noche tan normal como cualquiera al ver el desempeño de su compañía tan fluído como siempre, una tramoyista tarareaba las melodías que había memorizado en los ensayos mientras se movía de un lado a otro, inquieta. Esperaba cualquier movimiento o sombra o sonido que delatara la presencia del Fantasma, era seguro que estaba ahí, que los Directores hubieran insistido en ocupar el palco número cinco durante la función omitía cualquier duda. Debía estar rondando tras bambalinas, acechando, esperando, disfrutando de antemano cualquiera que fuera su plan.



¡Serafimo ya no finjamos más! No has de hablar, mas besa con pasión mis labios. ¡Qué ingenuo, risa da!

“Cualquiera le sería infiel a esa bola de grasa.” Pensó Canelle mirando a la “Condesa” besando a su “paje”, aunque tampoco le llamaba mucho la atención besar a alguien cuya figura tuviera la delicadeza de una chica… suspiró, si estuviera tan poco desarrollada como Cristina podría hacerse pasar por un muchacho y salir al mundo y tener más oportunidades de las que tiene una mujer. De todos modos, de nada le servían sus atributos femeninos ya que nadie se fijaba en ellos, solo era una mula de carga.



Sintió que los músculos de su cuerpo se tensaban al recibir de pronto el claro recuerdo de aquel abrazo que Cyrano le había prodigado en la pastelería de Ragueneau, de alguna forma fue como si algo despertara dentro de ella.





¡Qué ingenuo, no cayó! ¡Si supiera la verdad mas no la vio!

-Me pareció clara la indicación de que el palco cinco debía permanecer vacío.



Canelle dio un salto del susto, justo cuando se había distraído en sus pensamientos la profunda y amenazante voz de trueno que ya conocía bien llenó la sala. Tras un silencio sepulcral que duró un par de segundos, se soltó una bandada de murmullos que revolotearon sobre todos los presentes.



-¡Carlota! ¡Que siga La Carlota!- se aventuró a exclamar alguien en el auditorio, secundado por muchos otros.



La chica en tramoya volvió a mirar nerviosamente a su alrededor y su mirada se encontró con la de José Buquet, quien le dedicó una sonrisa burlona que bien quiso decir “de esta no se me escapa” y ella respondió sonriendo nerviosamente, segura de que no había manera de ver al Fantasma a menos de que él desee ser visto. Lo miró alejarse unos momentos antes de regresar la vista al escenario.



El elenco recobró la compostura y retomaron la escena desde el principio.



¡Serafimo ya no finjamos más! No has de hablar, mas >KI-KI-RI-KIIIIII<
Una exclamación de sorpresa general, doblemente apabullante cuando La Carlota se cubrió la boca prosiguió a un claro y sonoro canto de gallo. Ni la Diva ni sus admiradores podían dar crédito a que ese bestial sonido hubiera salido de la garganta de la respetada cantante. Silencio. La Carlota aterrada trató de continuar.
¡Qué ingenuo no cayó! ¡Si supiera la verdad mas no la >KI-KI-RI-KIIIIII<

-¡Ahí lo tienen! ¡El canto del gallo anuncia la caída de la gran lumbrera!- se escuchó de nuevo la voz de trueno, aun mas amenazante.



Canelle estuvo a punto de gritar, el Candelabro recién estrenado que iluminaba la sala se movió violentamente, y fue aun más alarmante cuando notó que José Buquet se dirigía con decisión hacia él.



La Carlota desesperada rogó que le dieran un descanso, Piangi corrió hacia ella, la tomó por los hombros y se la llevó recibiendo sonoros sollozos.



Firmin anunció desde el palco número cinco que la función continuaría en diez minutos, con Cristina Daaé haciendo el papel de la Condesa.



Lo cual no habría estado mal si Andre no hubiera improvisado que en ese tiempo ofrecerían el Ballet del Tercer Acto.



Canelle apretó los dientes, estaba a punto de ir a detener a José Buquet cuando escuchó la orden de cambiar la escenografía completa. Repitió en frenéticos susurros que la función era lo más importante y que ahora que la petición del Fantasma se cumpliría todos estaban fuera de peligro.



Entre los murmullos del público, el movimiento del escenario, la orquesta comenzando a tocar y los pensamientos fatalistas que no dejaban de golpear su cabeza le fue imposible notar el sonido de algo metálico rodando en el suelo junto a ella antes de detenerse con la pared y un olorcillo desconocido que poco a poco fue haciéndose más fuerte.



No notó el olor hasta que se volvió insoportable, como si le quemara las fosas nasales y un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar un grito ahogado de José Buquet a lo lejos. Trató de moverse pero las piernas no le respondían, sintió un terrible mareo mientras todo a su alrededor se ponía borroso y en medio de un montón de manchas pudo distinguir que caía sobre el escenario algo que no pudo reconocer, pero claramente estaba fuera de lugar. Fue lo último que supo antes de caer inconsciente.



El cuerpo de José Buquet con una soga al cuello colgaba en medio de la escena, entre los gritos de las bailarinas aterradas.

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Eres todo humor, ¿eh?

ERIK: No puedes negar que fue mucho más entretenido que el guión original de Il Mutto.

LEXELL: Al menos no tiraste el candelabro.

ERIK: Es nuevo y sería una especie de desperdicio tirarlo si al final obedecieron mi petición, con José Buquet tuvieron un susto suficiente para no volver a retarme.

._. Eeeeh………………………. Bueno, gente, hasta el próximo capítulo.

Ah por cierto, en el musical todos se burlan de Carlota, pero preferí la actitud del libro en que era taaaan idolatrada y respetada que nadie se la podía creer y mucho menos burlarse.

miércoles, 15 de julio de 2009

Convergencia 21

Capítulo veintiuno.
Planes

Viernes por la noche.
Cristina estaba asustada, la “gran tragedia” que El Fantasma había sentenciado estaba en boca de todos, desde cuchicheos a descarados gritos. Algunos le temían, a otros tantos les era solo material para parlotear y algunos admiradores incondicionales de La Carlota sostenían que todo era un ardid en su contra favoreciendo a la Daaé. Pero Cristina sabía que Erik era completamente capaz de cualquier atrocidad por ella.
-¿Porqué yo?- preguntó en un suspiro mientras se miraba al espejo, inmóvil recibiendo el maquillaje del papel del paje mudo que presagiaba lo peor.

Felipe de Chagny llevaba a rastras a su hermano al Palacio de la Ópera, bajo el argumento de que como patrocinador debía estar presente en la función a la que tantos problemas le habían augurado para intentar averiguar la verdad sobre las notas misteriosas. Obviamente, Raúl no tenía ánimos de ver a esa ligera corista que recibía protección de un hombre que se hacía llama “Fantasma de la Ópera” y tenía amenazado a medio Palacio. Suspiró resignado al mirar la fachada del majestuoso edificio desde la ventanilla del carruaje. No podía dejar de amar a aquella corista, por más ligera que fuera su moral.

El Capitán Carbon de Casteljeaux mantenía a sus cadetes vigilados en el cuartel, últimamente sus subordinados se habían adjudicado más permisos de ausencia de lo habitual y decidió recordarles algunas lecciones de disciplina. Molesto sin duda por no haber sido requerido en el ya conocido sitio de Arras, pero no lo suficiente para matarles las esperanzas a sus muchachos que esperaban con entusiasmo que les pidieran partir en cualquier momento. Y el joven Christian de Neuvillete se mordía las uñas cada vez que veía a Cyrano bromeando con el humor de siempre. ¿Acaso no le preocupaba el reencuentro con Roxana esa noche? ¿Porqué aún no le explicaba lo que tenía planeado? ¿Realmente tenía un plan? ¿Por eso estaba tan tranquilo?
Por supuesto que lo tenían, Canelle y Cyrano habían fraguado la más romántica reconciliación de la historia, algo a lo que Roxana no podría resistirse. Y Canelle, por supuesto, sabía que sería suficiente para resistir cualquier movimiento que el Conde de Guiche haya planeado por su parte.

La tramoyista saboreaba con toda la calma del mundo una galleta dulce, trepada sobre el paso de gato esperando que el azúcar le borrara el mal humor. José Buquet la había regañado por llegar tarde, había ido a cada de Roxana para concretar con Ragueneau que la doncella no debía salir de casa aquella noche y que se debía evitar al De Guiche a toda costa, sin darse cuenta se le había pasado el tiempo conversando con él.
Y es que una conversación amistosa era lo menos que el hombre merecía, dos días atrás la chica se había llevado el susto de su vida cuando entró con Cyrano a la pastelería de San Honorato y encontrarla casi vacía… casi porque el único ocupante era el mismo Ragueneau, trepado en una silla acomodándose una soga al regordete cuello previamente atada a la viga principal de la cocina. Cyrano lo bajó de ahí sin pedirle permiso ni disculpas e inmediatamente lo metió como cocinero en casa de su prima. El pobre Ragueneau pensaba en nada más que quitarse la vida tras la fuga de su esposa Lisa con un militar y la consecuente e inevitable caída de su negocio en un tris que no tuvo tiempo ni de convertirse en tras.
-Pobre Ragueneau.- musitó Canelle acomodada en las alturas, donde el movimiento empezaba.
Decidió no vagar por el Palacio porque era de todos conocido que esa noche todos los admiradores de la Carlota habían consentido apoyar a su diva contra aquellas conspiraciones.
Pero nadie sabía cual era exactamente el plan de el Fantasma para esa noche.

Fleur Blanche lucía más furtiva que nunca, buscaba cualquier señal de la presencia del Fantasma, de los Directores que habían decidido desobedecerlo y del club de fans de La Carlota que no paraban de conversar en voz demasiado alta sobre lo extraordinaria que era su idolatrada cantante. Además, nadie debía darse cuenta de que Gabriel usaba una capa exageradamente grande para ocultar un gato de una raza dificilísima de ver en Paris que sin duda atraería miradas inmediatamente.
-Quieta, Ayesha.- susurró el niño cuando una vez más la gata intentó asomarse entre los pliegues, comprensiblemente ansiosa por estar de nuevo en casa –Cuando empiece la función y todo esté oscuro tendrás más espacio.
No le había dirigido la palabra a su tutora, estaba demasiado nerviosa y podría tener una reacción violenta, solo el sonreía cuando volteaba a asegurarse de que siguiera junto a ella. No volvería a perderse.
La joven periodista mordisqueó la pluma. Le iba a ser muy difícil cortar su crónica de esa noche con el final de la función, sin poder mencionar que tenía una cita con El Fantasma de la Ópera.

Se dio la segunda llamada y la mayoría de quienes esperaban en el vestíbulo entraron a ocupar sus lugares. La orquesta afinaba y los instrumentos mitigaban el sonido de los movimientos tras el telón cerrado.

Una oleada de vítores acompañó la tercera llamada. Mientras La Carlota y Piangi aparecían en escena una joven tramoyista se concentraba en todos los objetos a su alrededor para que sus oídos no sufrieran demasiado y una gatita persa se acomodaba coquetamente en los hombros de una periodista que se había sentado en el suelo junto a la entrada a la sala con un pequeño niño al lado.
Un joven vizconde se cruzaba de brazos y cerraba los ojos susurrando para sí mismo “será muda hoy”, ante una mirada reprobatoria de su hermano mayor.

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Por fin por fin por finnnnnn!!!!! Llegamos al viernes! La noche más importante en la primera parte de la fic.
ERIK Y CYRANO: CÓMO QUE LA PRIMERA???!!!
LEXELL: o.o Qué? Qué tiene?
CYRANO: *saca un fajo de impresiones y se las agita a la autora frente a su rostro* Setenta y ocho páginas! Y me estas diciendo que apenas vamos a temrinar la PRIMERA PARTE???!!!
LEXELL: n.nU Ah... pues... pues... Le Breeeet!
LE BRET: *aparece mágicamente* No molesten a la autora, no la hagan de malas que se le vuelva a ir la inspiración y nos vuelva a tener olvidados por semanas.
LEXELL: Gracias, querido ¬¬
ERIK: Para el caso... vámonos pues.
*Lexell queda sola frente a la máquina.*
Creo que iba a decir algo importante, pero se me olvidó... así que hasta el próximo capítulo.

lunes, 13 de julio de 2009

Una pluma fiel al riel 4

Capìtulo cuatro
Diferencias irreconciliables

Pluma se acostumbraba rápidamente a su vida como carro de carga, salía con los demás y corría en penúltimo (después de todo no parecía ser un cabús) y la mayor dificultad era no morirse de la risa cada vez que el Cabús Rojo le susurraba cualquier tontería que se le ocurriera.

Él era diferente, todos obedecían y se callaban y callados hacían los recorridos, pero C.B. era un escandaloso y criticón a la más mínima provocación. En descanso, todos eran alegres y bullangueros, pero los descansos de Pluma eran escasos porque iba a correr con Ferro y asegurarse de estar listos para la carrera.

-Bueno: “preparada”, porque “lista” quién sabe si algún día lo serás.- a Tabicón se le agotaron las burlas pronto, así que las economizaba al máximo. Casi no las soltaba, pero cuando lo hacía siempre conseguía que fuera más mordaz que la anterior.

-Claro, por eso nos entendemos.- sonrió Pluma burlona antes de sacarle la lengua, sabía que a pesar de todo no era su intención herirla, sólo se divertía tratándola como a una novata y como era justo eso no se preocupaba en apenarse, tan pronto como las burlas se distanciaron Pluma aprendió a responderlas en el mismo tono cuando aparecían.

-Por cierto, ¿porqué Ferro no habrá llegado?- interrumpió Tizne al ver que Tabicón abría la boca para responder, la verdad era que la tolva era quien normalmente desviaba los pleititos entre ellos diciendo la primer simpleza que avanzaba de su cerebro a su boca.

-Lo voy a buscar.- declaró el Cabús levantándose y yéndose antes de que nadie pudiera decir nada.

-Sí, como no.- corearon con sarcasmo los Rockys ante la huída de su amigo, ya estaban todos acostumbrados a sus escapadas.

-Tal vez en realidad a Ferro no le gusta estar con nosotros, igual que al Cabús.- especuló Tizne con tristeza.

-¡No digas eso!- exclamó Pluma, enfadada -¡Ferro y el Jefe nos quieren! Si no, no hubiera escogido a un carro de carga como su compañera para la carrera.


Aunque el apenaba ver a su amigo triste, de momento fue más fuerte el enojo al pensar que la locomotora fuera una hipócrita que solo los utilizaba si sentir nada por ellos, si eso fuera verdad no lo soportaría. Ferro no podía ser así.

-Eso lo dices tú porque te eligió a ti.- replicó Tabicón pesadamente –Y seguro fue porque nadie te asegura que seas un carro de carga, las mercancía son muy poca cosa para una locomotora de diseño clásico.

-No digas tonterías.- atajó el carrito azul antes de que siguieran las suposiciones cizañosas contra Ferro -¿Quién sería mejor para elegir como pareja que una fiel mercancía?

-¡Nadie! ¡Mercancía Power!- corearon los Rockys.


-¿Quieres saberlo?- escuchó Pluma detrás de ella, y era una voz desconocida.

-¡Qué bien! ¡Nos envían una avanzada rosa!- masculló con desprecio Tabicón.


Pluma volteó y se encontró con un vagón femenino, con una figura curvilínea y estilizada y un atuendo totalmente atractivos, no necesito mucha capacidad de deducción cuando le llegó una nubecita de humo de cigarro a la nariz. Era un carro de servicio, un carro fumador.

Los Rockys se levantaron desafiantes pero notoriamente reprimidos, Tizne se veía más apenado que nunca y como buscando un hueco donde esconderse, y Tabicón miraba a la recién llegada con declarado desprecio.

-Encontramos a ese amiguito suyo vagabundeando cerca de aquí y pensamos que andarían cerca, venimos a saludarlos.- dijo con coqueta hipocresía.

-¡Puaj! ¿Venimos? ¿Vienen todas?- respringó Tabicón mientras Tizne se levantaba de un solo impulso con cara de susto.

“¿Todas?” se preguntó Pluma quien había permanecido sentada y comenzaba a comprender las actitudes de sus amigos, totalmente nuevas para ella.


-¡Déjenme en paz!- escuchó la voz del carrito rojo acercándose, con dos carros pisándole los talones y tratando de agarrarlo, ambas eran chicas.

-¿Pero porqué? Si eres el único lindo de ese montón de chatarra.- preguntó sensualmente la de menor tamaño que Pluma reconoció como un carro Bar, la otra parecía mucho más agradable y era de colores similares a ella, en un diseño a cuadros azules y blancos, aunque notoriamente sus formas femeninas estaban mucho más definidas que las propias.

-¿A quién el dices chatarra?- preguntó fuertemente Rocky 1.
-¡Sí! ¡No estamos sordos!- agregó el 2.
-¡Y no son mejores que nosotros!- concluyó el 3.

Las chicas los ignoraron totalmente, de por sí los Rockys parecían pegados al suelo como oponiéndose a una fuerza que les causaba repulsión de los carros recién llegados, el carro fumador corrió hacia el Cabús acorralándolo también de frente, muy pronto estuvo en medio de un montón de juguetonas caricias y risitas.

Pluma terminó de comprender cuando recordó algo que El Jefe había mencionado en su primer día: “Saben bien que no somos aceptados por los demás, debemos cuidarnos entre nosotros”. Su confusión se convirtió en enojo y se levantó.

-¡Basta, Vianda! ¡Le diré a Turbo!- exclamó el Cabús con lo que se quitó de encima al vagón a cuadros que se apartó sonrojada, pero las otras dos no disminuyeron sus atenciones.

-¡Déjenlo!- gritó Pluma con decisión.


Todos los presentes voltearon a verla, sorprendidos por la mirada chispeante que tenía clavada sobre las chicas que inmediatamente soltaron al carrito entre sus brazos y desviaron toda su atención hacia quien se había atrevido a levantarles la voz con sonrisas malvadas.

-¿Pluma?- preguntó Tizne bajito, sorprendido, nadie la había visto antes en ese estado.
Tabicón sonrió, tal vez por fin había llegado alguien que pusiera en su lugar a esas odiosas.

-¿Y tú quien eres?- ¿O qué eres?- preguntó con arrogancia el carro bar acercándose y mirándola de arriba a abajo evaluándola con desprecio. –Eres muy pequeña para ser de carga y muy fea para ser de servicio.

-Me llamo Pluma. ¿Y tú tienes nombre o solo una figura bonita?- respondió el carrito azul sin inmutarse ni un poco, ágilmente no mencionó el asunto de no saber qué era. Curiosas las otras dos se le acercaron también.

-Pluma, que nombre tan ridículo.- se unió a la nada amistosa conversación el carro fumador –Igual que toda tú, mírate, más que un bello carro femenino como nosotras eres solo un vagoncito esmirriado e insignificante. Yo soy Bacha, y ellas son Botana y Vianda.

-Turbo jamás se fijaría en ti.- agregó con una sonrisa maliciosa el carro a cuadros.

-¿Y quién rayos es Turbo?- preguntó Pluma con fastidio, era la segunda vez que escuchaba ese nombre en un par de minutos.

-¡¿No-lo-sabes?!- exclamaron escandalizadas en coro.

-Es obvio que no lo sepas, si estás con estos ignorantes y sosos vagones.- dijo con fingida lástima Botana –Pobrecita, ¿con quién más te hubieran dejado siendo un carro tan feo? Para nosotras, las de servicio, lo único que importa es ser hermosas.

EL carrito azul no pudo evitar sentirse herida, en verdad las tres eran realmente bonitas y si ellas decían que era fea tenían un buen punto de comparación, peor fue más fuerte la punzada de odio que sintió por la manera en que se había referido a sus amigos, a quienes eran tan buenos con ella y ahora la miraban expectantes, incluso el Cabús que había estado a punto de salir huyendo en cuanto las otras lo habían soltado.

-Eso explica la carencia de cerebro.

Se escuchó un fuerte y espontáneo “¡JA!” en voz de Tabicón, mientras los demás furgones sonrieron socarronamente ante las miradas de sorpresa, incredulidad y desprecio de las chicas hacia Pluma.

-¿Quién te crees, vagón carga-indigentes?- chilló el carro fumador empujando a las otras dos a sus lados para quedar sola frente a Pluma, compartieron miradas desafiantes -¡No sabes con quién te metes! ¡Nadie quiere a los carros de carga! Son feos, toscos, tontos y no tienen vida. En cambio nosotras, las de servicio, somos hermosas, interesantes, encantadoras y en general mejores. ¿Quién los apoyaría? ¡A nosotras cualquiera!

-¡De eso me preocuparé después!- el vagoncito se lanzó sin pensar sobre esa insolente, Bacha no pudo mi reaccionar de la impresión y recibió un par de golpes en el suelo, aterradas las otras dos se quedaron congeladas sin saber qué hacer.


Los furgones soltaron una exclamación de asombro y triunfo al ver el comportamiento de su amiga, pero unos instantes después comprendieron que no era conveniente y se acercaron para separarlas.

Bacha estaba empezando a reaccionar y trató de atacar, pero apenas y podía defenderse de los ataques de Pluma, sorpresivamente rápida y fuerte.

Vianda y Botana soltaron un gritito al ver a los demás acercándose pensando que iban por ellas, se dieron la vuelta para huir encontrándose de frente con el Cabús Rojoque las miraba con las manos en la cintura y una sonrisa entre burla, orgullo y amenaza, temblorosas e inmóviles no se dieron cuenta de cómo Tizne tomaba a Pluma mientras los Rockys trataban de contener a Bacha que manoteó con furia en cuanto los brazos de su atacante fueron inmovilizados por la enorme tolva.

-¡Pluma, ya!- exclamó Tizne apretando un poco más a su amiga esforzándose para no lastimarla mientras ella se retorcía tratando de zafarse -¡Tranquila!

Los Rockys levantaron al carro fumador con la misma precaución, quien al afianzar los pies en el suelo soltó un bufido de derrota, pero en cuanto los carros se apartaron un poco volvió a embestir al carrito azul aún detenida por Tizne.

-¡Bacha, no!- gritaron con horror su amigas, desesperadas porque todo terminara.

Pero esta vez ella se estampó de bruces contra Tabicón, que ágilmente se había puesto entre ella y sus amigos, no sintió ningún cargo de conciencia cuando Bacha chillaba de dolor tallándose el rostro, las otras se acercaron y la tomaron por los hombros, sus habituales burlas que siempre habían quedado impunes esta vez se habían salido de control.

-¡Me las van a pagar!- dijo con furia la herida, cubriéndose el rostro -¡Vámonos!

Las otras obedecieron sin decir nada, aun asustadas, las tres echaron a correr empujando de paso al Cabús que cayó de sentón y se perdieron de vista muy pronto.


Los furgones se habían quedado inmóviles y callados mirándolas alejarse, Pluma trataba de recobrar la normalidad en su agitada respiración y en su cordura, seguía furiosa y que Tizne no la bajara comenzaba a desesperarla.
Y de pronto estalló una oleada de vítores y felicitaciones, Pluma no pudo reaccionar cuando Tizne la dejó en el suelo después de darle un fuerte y cariñoso abrazo, todos la rodearon y el daban palmaditas en el hombro y la espalda, y no podía distinguir ni una palabra concreta entre la alegre algarabía que en un segundo cambió su enojo por una radiante sonrisa.

La efusión disminuyó poco a poco hasta que todos se sentaron en el suelo sin decir nada, solo sonriendo inevitablemente y mirándose unos a otros.

-¿Quién lo diría?- rompió por fin el silencio Tabicón –Eres peligrosa, mejor dejo de molestarte.

Pluma sonrió aún más ante el comentario.

-Nunca nos habíamos atrevido a enfrentarlas, y tú la primera ves que las viste las hiciste huir.- agregó el Cabús triunfante.

-No lo hice sola.- dijo Pluma con firme convicción -¿Los molestan mucho?- preguntó poniéndose un poco triste recordando todos los insultos que habían proferido hacia sus compañeros, no habían sido una burla inocente, eran ofensas de corazón.

-Sí.- corearon los Rockys un tanto apenados.

-Nos daba miedo que todos sus amigos tomaran represalias.- explicó Tizne cabizbajo –Estamos solos, como ella te dijo.

-Pero hoy nos has hecho entender que no necesitamos ayuda.- sonrió Rocky 1, y los demás asintieron.

-Control hizo la mejor elección poniéndote con nosotros. Ahora somos el equipo perfecto.- dijo Tizne poniendo su mano en el hombro del carrito azul, que sonreía con los ojos humedecidos.

Pluma no supo qué decir, todos la miraban sonriendo. ¿Cómo agradecerles?


-¡Ya llegué!

Todos voltearon al escuchar la voz de Ferro, que se acercaba con su sonrisa y frescura de siempre.
-Perdón, se me hizo algo tarde.- se disculpó la locomotora con la mano en la nuca y una encantadora sonrisa -¿Me perdí de algo?

Todos soltaron un “Ni te imaginas” en coro con tal precisión que sorprendió a Ferro, pero tras mirarlos a todos comprendió que algo muy bueno les acababa de pasar, sonrió y fue detrás de Pluma.

-Me alegra que estén todos tan contentos, amigos.- dijo sonriente -¿Nos vamos?- preguntó extendiéndole la mano al carrito.

-¡Claro!- exclamó ella tomando su mano y levantándose con toda ligereza, se enganchó y se despidió muy contenta antes de alejarse.


-¡Ganaremos la Carrera Panamericana!- gritó Rocky 1.
-¡Nadie podrá contra Ferro!- agregó Rocky 2.
-¡Porque tiene como pareja a Súper Pluma!- terminó Rocky 3.

Los demás corearon un “¡SÍIIIII!” con todo el entusiasmo que poseían y Pluma volteó hacia ellos levantando un brazo triunfante.

-¡Gracias, amigos!- exclamó esforzándose en hacer un especial énfasis en “amigos”, porque en un momento se había convertido en la palabra más importante de su vida.

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Pereciera que hemos caído en la historia perfecta en que la chica OC se quedará con el chico protagonista al final y todo es rosa y mono y no hay conflicto… aun falta una pieza en todo esto, y es muy importante.¿Alguien sabe cual es?

miércoles, 22 de abril de 2009

Una pluma fiel al riel 3

Capítulo 3
El valor de una pista

El Cabús Rojo estaba tirado en el suelo después de recibir todo el peso de los “jueguitos” de las demás mercancías que se desentendían de él al ser alcanzados por las dos locomotoras y su nueva compañera.

-Creo que nunca los haré enojar…- dijo Pluma preocupada.
-No te preocupes, si se portan mal contigo solo debes decirme a mi o al Jefe.- sonrió Ferro tomando su mano por un momento.
Pluma sintió que empezaba a sonrojarse así que crrió hacia el carro rojo.
-¿Estás bien?- preguntó inclinándose.

-Claro, no necesito la ayuda de un carro de carga de poca monta.- respondió el Cabús levantándose de un salto.
-Bueno, yo solo…-
-¡Sí! ¡Finalmente llegó alguien más inútil que tú!- interrumpió Tabicón recibiendo una mirada de odio por parte del vagón rojo que sin pensarlo se lanzó sobre él.

-¡BUENO, YA!!! ¡DEJEN DE HACER SENTR MAL A PLUMA!

Un imperativo regaño del Jefe hizo que todos se quedaran estáticos y miraran a la chica, que con la mirada baja trataba de evitar que un par de lágrimas salieran de sus ojos.
-Sólo soy un carrito, y ni siquiera sé de que tipo, pero no parezco uno bueno. ¡Todos ustedes sí son buenos! ¿Qué hago yo aquí?- sollozó.

Los furgones sintieron una punzada de culpa al mirar al carrito azul en ese estado.

-¡No les hagas caso! ¡Ya no llores!- exclamó Tizne acercándose preocupado.
Las locomotoras se acercaron también.

-Que estés aquí es decisión de Control, es tu deber dar lo mejor de ti ahora y demostrar quién eres.- le dijo el Jefe con seriedad.

-¿Control?- Pluma no tuvo tiempo de preguntarse quién era el tal Control ni porque era tan importante porque Ferro volvió a tomar su mano.
-¡Vamos, anímate!- dijo radiante la joven locomotora.

Pluma se limpió las lágrimas con la mano libre y sonrió ampliamente –Gracias, Ferro. Gracias, Tizne.
La enorme tolva no pudo evitar bajar la mirada, apenado.

-No quiero que vuelvan a tratarla así, ¿me oyen?- ordenó el Jefe –Saben bien que no somos muy bien aceptados por los demás, lo que menos necesitamos es despreciarnos entre nosotros.

Todos asintieron con firmeza.

-Dime, Pluma…- continuó el Jefe dirigiéndose al vagoncito azul -…¿realmente no te enorgulleces de lo que eres?
-¡Pero si ni siquiera sé qué soy!- replicó con tristeza.
- Eres nueva aquí, descubrirás quien eres con tiempo y esfuerzo.- el Jefe la había tomado por los hombros –Ninguno de ellos era lo que ahora cuando llegaron.

-Claro que algunos no se superaron mucho.- se burló Tabicón -¿Verdad, Tizne? ¿Verdad, Cabús?
-Yo ya no los escuchooooooo…- se oyó el Cabús a lo lejos que había aprovechado la atención hacia la nueva para escabullirse.
-¿Qué es lo que acabo de decir?- exclamó el Jefe. El aludido se disculpó a la fuerza bajo la mirada acusadora de todos. -Escúchame, Pluma. Si quieres superarte tendrás que dedicarte a ello, ¿Estás dispuesta?

Pluma duda un momento, pero al ver que ahora todos la miraban con grandes expectativas supo que no debía defraudarlos.
-¡Sí! ¡Lo haré!- dijo con determinación.
-Ven conmigo.- le indicó la vieja locomotora avanzando, todos lo siguieron hasta un pequeño circuito de vías férreas.

El vagoncito miró sorprendida la pista, ¿el Jefe no esperaría qué…
-Bien Pluma, tu primer objetivo es dominar esa pista.- dijo el Jefe señalándola.

-¿QUÉEEEEE?- exclamaron todos en coro.
-¿Algún problema?- la locomotora miró desafiante al carrito azul.
Los demás furgones se miraron unos a otros confundidos, el Jefe nunca les había pedido algo así, en realidad no les parecía posible que…
-¡Pero Jefe! ¡Un carro no puede correr solo en las vías! ¡No sin un motor!- se adelantó a reclamar Pluma.
-¿No puedes? ¡Entonces resígnate!

Todos miraron a la vieja locomotora sin comprender que pretendía en un incómodo silencio.

-¡Vamos Pluma! ¡Inténtalo!- exclamó Ferro de pronto espabilando a todos.
-¡Sí!- dijo ella por fin -¡Empezaré ahora mismo!

Todos miraron atónitos que Pluma se dirigía al inicio del recorrido.

>CUAZ<

Y aún seguían mirando cuando el carrito cayó al suelo por enésima ocasión.

-Auuuu…- se lamentó en el suelo -…este sí me dolió.

Apenas y podía avanzar un par de pasos antes de caer de nuevo, finalmente los demás perdieron el interés y se fueron.

Pluma trataba de levantarse de nuevo cuando el Jefe se le acercó.

-Es suficiente por hoy, déjalo.
-Pero usted dijo que…
-He dicho suficiente.

Ella se rindió sin pensarlo mucho y recibió la mano del Jefe que le ofrecía ayuda para ponerse en pie, se sentía fatal.

Al llegar a la caja de las mercancías encontró que ya estaban todos dormidos, decidió imitarlos peor no pudo conciliar el sueño, no dejaba de pensar en la pista.
-¿Qué hago aquí?- pregunto poniéndose en pie y saliendo de nuevo.

Un rato después…

>¡RE-CUAZ!<

-¡Maldita curva! ¡NO PUEDO!- el carrito azul mira furiosa la curva que acababa de hacerla caer, por más que se esforzaba era lo más lejos que había podido llegar, sólo a la primera curva –No puedo…- sollozó sentada en el suelo.

-Me Temo que es imposible.
-¡Ferro!- Pluma volteó sorprendida al escuchar la voz de la locomotora que la miraba con preocupación.
-¿Estás bien? Te has caído muchas veces.- preguntó arrodillándose junto a ella.
-Sí, estoy bien.- respondió apenada bajando la mirada.

-No sé que pretende el Jefe, un carro no puede correr solo en vías, y menos si el camino tiene curvas.- continuó ferro tratando de no herir al carrito que ahora veía tan triste. -¿Pero sabes? Aún enganchada podrías caerte si lo haces así. ¡Ven, engánchate!

Pluma miró incrédula a Ferro que se había levantado y le extendía la mano con una sonrisa. Se limpió las lágrimas y se levantó, sintiendo como temblaba de emoción al engancharse por primera vez a una locomotora, lo olvidó todo, era lo que había soñado siempre y decidió aprovecharlo al máximo.

Ferro comenzó a correr despacio por la pista, Pluma se sintió más feliz que nunca, y le costó trabajo escuchar las indicaciones que su guía comenzó a darle.

–Fíjate bien, aún cuando el motor que et jale sea muy poderoso no debes estorbarle, especialmente si el recorrido es difícil.- decía Ferro con entusiasmo - Si en una curva sigues así de erguida pesarás mucho, debes inclinarte así, ¿comprendes?

El carrito miró atentamente el movimiento que la locomotora acababa de mostrarle, y lo imitó con cuidado.

-¡Justo así!- exclamó Ferro contento -¿Lista? ¡Ahí está la primera curva! ¡Uno, dos…

Pluma cerró los ojos al escuchar el “¡Tres!” e hizo el movimiento que acababa de aprender, con lo que cruzaron la curva a una velocidad impecable. Abrió los ojos al escuchar que Ferro la felicitaba y sonrió mas contenta que nunca.
-¡Muy bien! ¡Repitámoslo para que no se te olvide! Nos queda algo de tiempo.
-¿Tiempo?
-Sí, Control no debe encontrarnos despiertos, ¿no te lo dijeron?

Pluma negó con la cabeza, sintiéndose una completa novata.
-No te preocupes, te adaptarás pronto. ¡Te prometo que todos seremos grandes amigos de la pequeña Pluma!- dijo Ferro sonriendo amablemente.

Entre risas, Pluma y Ferro le dieron tres vueltas más a la pista antes de ir a dormir.

-¿Sabes, Pluma?- preguntó Ferro tomando la mano del vagoncito, que no dejaba de sonreír –Eres un carro muy útil, nunca me había sentido tan ligeor al correr jalando a alguien.
Ella lo miró con grandes ojos sorprendidos.
-Bueno, se acerca la carrera Panamericana y…- continuó Ferro con el mismo entusiasmo -…¡y creo que tú sería mi pareja perfecta! ¿Te gustaría?
-¿Yo?- soltó Pluma sin creérselo.
Ferro asintió con una gran sonrisa.
-¡Claro que sí!- respondió emocionada -¡Gracias, Ferro! ¡Seré la mejor para ti!

La joven locomotora rió ante el entusiasmo de su compañera, la tomó de la mano hasta llegar a su caja donde se despidió deseándole buenas noches.

Sin saber que todo el tiempo habían sido observados por la vieja locomotora, que ahora sonreía satisfecho.

La pista había funcionado.

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¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porquéeeeeee Ferro es tan cute????

viernes, 6 de febrero de 2009

Convergencia 20

Capítulo veinte
Orfandad


-¿Cómo pude hacerle caso a una tramoyista? ¿Debo ver a Roxana ya!
-Calmaaaado, galán ¬¬

Cyrano era testigo de otro de los ataques de ansiedad que le daban tras periodos cada vez más cortos al joven Christian. El pobre muchacho se comía las uñas mientras hacía suposiciones fatalistas sobre el amor de Roxana, se angustiaba al pensar en lo triste que debía estar su amada al no saber nada de él.

-¿Porqué hasta el viernes? Pobre de mi Roxana, debe extrañarme tanto.

-Si en serio no soportara tu ausencia ya habría venido a buscarte. La conozco. Y Canelle debe tener una buena razón para decirnos que esperáramos específicamente al viernes.
-Como que le tienes mucha confianza, ¿no?
-Pues ha hecho más por mi que cierto jovenzuelo de rizos rubios.

A Cyrano le molestaba cualquier comentario malintencionado contra Canelle, lo incluyera a él o no, especialmente si venían de la bocota de Christian, ese baroncito seguía desdeñando a la joven tramoyista solo por tener una posición social abismalmente diferente a la suya. No tenía porque aguantar eso.

-Te veo después.

-¡¿Qué?! ¿Me abandonas? ¡No puedes! Se supone que estamos juntos en esto.- el muchacho se aferró al brazo de Cyrano que tenía todas las intenciones de irse, deteniéndolo con reproche.

-Mientras no hay Roxana, no hay trato.- al cadete mayor le bastó un solo movimiento para liberarse de Christian y salir, aún cuando el joven lo seguía de cerca con una escandalosa letanía de reclamos.


-¡Canelle!

Ambos se detuvieron se golpe al salir a la Sala de Armas y encontrar a Canelle charlando alegremente con Le Bret, quien le mostraba un florete. Al escuchar su nombre, la chica agradeció con una reverencia a su interlocutor y corrió hacia Cyrano con una gran sonrisa.

-¿Estás ocupado? Debo hablar contigo.- dijo la muchacha ignorando totalmente al rubio, quien hacía otro tanto.

-No, para nada, ven.- Cyrano tomó la mano de la joven y se la llevó adonde pudrieran estar solos.


Entonces la chica relató con lujo de detalle la teoría del Fantasma de la Ópera, de las tragedias que podrían ocurrir por el anuncio de La Carlota haciendo el papel que se había exigido para Daaé y que deberían averiguar si había amoríos entre el vizconde y la cantante.

-Eso es fácil, le preguntaremos a Christian. Parece que son amigos.
-¿Christian? ¿El niño bonito al que acabo de ignorar hace rato? No creo que quiera ayudarme… ayudarnos.
-No seas tan desconfiada.

Canelle volvió a sentir la fuerza con que Cyrano estrechaba su mano y fueron a buscar a Christian.


-¿Si les digo lo que pasa entre Cristina y Raúl me dejarán en paz? Si no piensan ayudarme a sobrellevar la falta de Roxana, no quiero saber nada de ustedes hasta el viernes.

Canelle y Cyrano asintieron infantilmente, le habían estado insistiendo por varios minutos. Christian exhaló un suspiro resignado.

-Pues sí, Raúl esta estúpidamente enamorado de Cristina.

“Lo bueno es que son amigos” pensó la chica mirando la frialdad con que él respondía.

-No puede dejar de amarla, aún cuando dice que lo hará, y que cualquiera puede entender que lo está engañando y se escuda en esa tonta historia de El Fantasma de la Ópera, e incluso se hace la víctima lloriqueando que “le tiene miedo”. Díganme ustedes si no es obvio, ¿qué muerto podría raptar a una mujer 15 días y regresarla tan bien cuidada? Cualquiera puede deducir que es alguien muy vivo.

-Es obvio.- dijo Cyrano asintiendo muy serio -¿Pero qué culpa tiene un pobre fantasma para que le achaquen tantos males? Y luego se quejan de que ande por ahí asustando gente.- sonrió burlonamente.

-¡Claro, búrlense!- exclamó Christian ofendido, dando la vuelta para irse, no sin antes mirar con desprecio a Canelle que había soltado una risita –Y somos un par de Cadetes de Gascuña que no se conocen de nada más hasta el viernes, recuérdelo Señor de Bergerac.
Cyrano y Canelle se miraron con una sonrisa cómplice hasta que Christian se perdió de vista y comenzaron a cuchichear emocionados.


Fleur Blanche bebía con calma una traza de té mientras Gabriel le daba pequeños mordiscos a un panecillo, apenado. Estaban en casa de la viuda de Valerius, una mujer enferma, y esperaban a su protegida Cristina Daaé para hacerle un interrogatorio por demás personal.
Aunque Fleur actuaba de la misma manera que al investigar un tema impuesto por el periódico, en esta ocasión ella estaba buscando algo más allá del periodismo, esta vez se le había metido en la cabeza ayudar nada más y nada menos que al Fantasma de la Ópera en un romance tal vez inexistente… tal vez habían llegado a esa conclusión solo porque la tramoyista y la periodista tenían una imaginación demasiado activa… pero respetaba demasiado a su protectora para siquiera insinuarle algo de lo que pensaba en ese momento.

El niño dio un brinco cuando la criada apareció en la habitación anunciando que Cristina podía recibirlos, la joven entró segundos después con toda esa languidez que ahora la caracterizaba disimulada en vano por un elegante y sobrio vestido negro y su rubia cabellera sin un solo cabello fuera de lugar. Fleur la examinó con un fingido desinterés y Gabriel trataba de no mirarla, esa mujer lucía como la persona más desdichada del mundo.

Las jóvenes se sonrieron con exagerada cortesía y Cristina se sentó frente a ellos.

-Disculpe, ¿y su libreta?- preguntó la rubia con legítima curiosidad, al parecer no había sido la única examinada en ese breve tiempo -¿No viene usted por parte de La Època?

-En realidad no.

Gabriel deseó por un momento que se lo tragara la tierra, ambas mujeres tenían pensado ir al grano y destrozar a la otra de ser necesario, sus miradas altivas casi echaban chispas.

-Es un asunto personal, ¿sabe? Vengo a ofrecerme como protectora de su intimidad.

Cristina y Gabriel miraron a Fleur con sorpresa y ella sonreía sin inmutarse ni un poco.

-Creo que no comprende.- comenzó a explicar con calma –Si me cuenta usted todo acerca de su vida personal, si alguien se atreve a publicar algo falso podremos desmentirlo. ¿Me entiende? Pero como dije, vengo a ofrecer mi servicio, puede negarse si quiere.

-Por supuesto.- dijo Cristina un poco perpleja todavía –Me sería muy útil, pero debe prometerme que no publicará nada a menos que sea para desmentir a alguien.

-Prometido.- dijo Fleur solemnemente.

-¿Hay algo en especial que deba saber?

-Solo lo que normalmente atrae la atención, usted sabe… el Vizconde de Chagny, su desaparición por dos semanas…- enumeró como si no tuviera importancia -…¿cuál es la verdadera historia de Cristina Daaé?

-Bueno, pues… no lo creería.- murmuró la cantante con inseguridad.
-Señorita, dimisión es únicamente saber, no creer.
Cristina suspiró.

-Pues esta es la verdad: estoy enamorada del Vizconde de Chagny, y él lo está de mi, pero tenemos un par de problemas. El primero y menor es que la familia de Raúl, especialmente su hermano Felipe, lo han condenado a quitarle el título, la herencia, y desconocerlo totalmente como miembro de la familia Chagny si continúa con esta “locura”. Y el segundo…- duda un poco -…pues verá, hay alguien más que me ama, alguien que me engañó haciéndome creer que era El Ángel de la Música y aún engaña a todos haciéndolos creer que es El Fantasma de la Ópera. Es solo un hombre, un hombre terrible, y un genio y un… ¡un hombre que tiene tan podrido el rostro como el alma! ¡Lo detesto y le temo!

Los ojos de la muchachita rubia se pusieron vidriosos y Fleur se levantó y puso su mano sobre el hombro en el que caían algunos rizos dorados.

-¿Entonces la aman dos hombres? ¿Y qué es lo que le dicen?

Cristina lo pensó un momento.
-Ambos dicen amarme con locura y pasión, y el Ángel… el Fantasma… Eric… él me dijo el tiempo que me tuvo secuestrada en su casa oculta por el lago subterráneo debía amarlo y ser su esposa, y que toda su fortuna sería para mí y que viviríamos en una casa junto al lago y pasearíamos los domingos, y entre semana no me aburriría nunca con él. ¿No le parece horrible? ¡Piensa que ya ha planeado mi vida perfecta y que yo voy a aceptarla!

“Pues en realidad no se escucha TAN mal…” pensó Fleur.

-Pero yo amo a Raúl, y siempre trato de que él comprenda que lo hago, pero que no puedo permitir que nadie lo sepa porque ese hombre horrible podría hacerle daño. ¡Pero él no me cree! ¡Piensa que lo engaño con alguien y que lo oculto tras el mito de El Fantasma de la Ópera! Y me castiga con su desprecio… siendo que deseo tanto que fuera él quien me prometiera todo eso que el otro ha planeado.

La rubia sollozó. Fleur no sabía que hacer.

-¿Sabe usted, Cristina? Aún con todo, creo que lo que ese Erik le ofrece suena mucho más estable que lo que el Vizconde le da.- dijo tras unos titubeos.

Cristina apartó la mano de la periodista de su hombro y se levantó con furia.
-¡¿Cómo puede decir eso?!- gritó con lágrimas en los ojos -¡No ha comprendido nada! Y si su misión es solamente saber, no tiene ningún derecho a opinar. ¡Largo de mi casa!

Fleur no dijo nada, tomó a Gabriel de la mano y lo sacó de ahí. Caminaron en silencio algunas calles.


-¿Sabes, Gabriel?- rompió el silencio la morena mirando a la nada, estrechando un pooc más la mano del niño –Si alguien me ofreciera una vida estable me iría con él, aun cuando nunca mencionara que me ama.

El pequeño miró con tristeza a su tutora, sabía que lo acababa de decirle era lo que sentía de verdad -¿Quieres saber qué pienso?- preguntó con timidez.

-Sí, dime.- le sonrió Fleur, deteniéndose.

-Creo que El Fantasma… bueno, Erik…solo sabe querer a Ayesha, y no a una persona. ¿Qué es eso de tener encerrado a alguien toda la semana y sacarlo a pasear los domingos? Lo que él quiere es un perro.- dijo el niño con decisión.

Fleur rió un poco, alborotándole el cabello.

-Eres listo, muy listo. Pero dime, ¿qué preferirías? Una vida estable con alguien que te quiere y te cuida, al menos como una mascota, o un futuro incierto con alguien que dice amarte, pero nunca te habla sobre un futuro juntos y no confía en ti?

El niño bajó la mirada y lo pensó concienzudamente.
-Creo que me quedo con la vida estable.

Fleur sonrió y comenzó a caminar de nuevo.


-Fleur, ¿tú me quieres como si fuera una mascota?

La joven volteó a mirar sorprendida al niño que la miraba con tristeza –Claro que no, ¿porqué piensas eso?- Preguntó deteniéndose y arrodillándose frente a él.

-Porque sólo soy un niñito huérfano…- los ojos de Gabriel se llenaron de lágrimas -…a veces pienso que me aceptaste como aceptarías a un perrito, y me quieres y me cuidas solo porque te soy de ayuda y compañía.

De los ojos de Fleur salieron un par de lágrimas –Claro que no, no seas bobo…

Gabriel se arrojó a los brazos de su protectora llorando copiosamente –Me alegra que seas tú con quien hayan decidido que me quedara.- alcanzó a decir entrecortadamente.

-También yo…- susurró la muchacha acariciando los cabellos del niño con una mano y estrechándolo fuertemente hacia ella con la otra.

“La mascota de la tienda del pueblo” “La molesta y parlanchina mascota de la tienda del pueblo”, eso era lo que todos pensaban de ella cuando era solo una niñita huérfana.


Una niñita huérfana igual a la que ahora caminaba por las calles de Paris junto a Cyrano de Bergerac, y que por primera vez en su vida sentía que alguien la consideraba una persona, y no un”pobre animalito abandonado” o “una buena mula de carga”.

Cuando eran solo tres niñitos huérfanos, no podían imaginar que algún día podría ser tan felices como lo eran en ese momento.

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Es oficial, amo a Gabriel.

He vuelto… las cosas han estado nada menos que caóticas, locas y extrañas, escribir este capítulo ha sido muy difícil. No solo tuve que retomar Convergencia después de… dos meses… tuve que enfrentarme con Cristina y Christian… no sé a quien quieor ahorcar primero.

Cyrano: ¡A Christian!
Erik: Por supuesto, a Christian, si algo le pasa a Cristina cierta autora podría sufrir un “accidente”.
Lexell: ¡BRRRR!!!! Lo sé, lo sé, pero me exaspera su ingratitud…
Erik: Mejor matamos a Raúl.
Cyrano: ¡Pero primero a Chrsitian!
**Ambos se miran con furia.**
Lexell: Ejem… yo soy la que tiene las riendas de las vidas de todos ustedes en mis manos, ¿recuerdan?
Erik: Pues las tuviste inutilizadas un buen rato, ¿no crees?
Lexell: Estemmmm Bueno nos leemos en el próximo capítulo.
Erik: Algún día ¬¬
Cyrano: ¡Dios mío, que ha sido la semana más larga de la historia, que llegue el viernes ya!
Lexell: Pues si crees que esta “semana” ha sido larga, te reto a ver una “semana” de Dragon Ball Z…
Eric y Cyrano: Friki ¬¬
Lexell: T_T

martes, 6 de enero de 2009

Una pluma fiel al riel 2

Capítulo 2
Admiración al vapor

Finalmente había dejado de contar los días, solamente miraba.

Miraba fuera de la caja a través de la película de plástico que la conectaba con el exterior, a las personas que pasaban por al tienda observando la mercancía, a veces se llevaban algo, a veces no, pero no a ella.

Apenas la miraban y era casi imposible que alguien tomara la caja para examinarla un poco más de cerca. Solo contemplaba como llegaban montones de cajas de vez en vez llenas de carros y trenes y locomotoras nuevas.

Locomotoras. Desde la primera vez que vio una, comprendió a que se referían los humanos que paseaban por la tienda cuando utilizaban el término “perfección”. Miraba los trenes eléctricos, los de Diesel, hasta los más modernos monorrieles, pero no los encontraba particularmente atractivos. Pero en cuanto sus ojos alcanzaron a ver una enorme caja que contenía una reluciente locomotora roja y negra, supo que algún día debía correr enganchada a una como esa, especialmente cuando sufrió en silencio la rápida compra que tuvo. Las locomotoras de vapor se vendían casi tan pronto como llegaban ante los ojos de un carrito azul notado solo por algunos clientes.

Y finalmente el carrito azul se convenció de que ninguno de esos clientes la preferiría de una locomotora, ni de un eléctrico o de diesel ni de un carrito de servicio, ni siquiera de un carro de carga. Tampoco sabía que clase de vagón era, lo único que tenía claro era que no era uno atractivo, al parecer era el carro más inútil y feo que se hubiera creado.

Soñaba entonces con ser una hermosa locomotora, o al menos correr enganchada a una, pero al despertar solo encontraba las cuatro estrechas paredes que formaban su empaque cada mañana, hasta ese momento.

Parpadeó con fuerza varias veces, no podía dar crédito a sus ojos, pensaba que se había quedado dormida sin darse cuenta, no podía ser posible que junto a ella estuviera inclinada una locomotora mirándola con algo de preocupación, debía ser un sueño.

Y el mejor sueño de todos porque además era la locomotora más bella que hubiera visto jamás. Combinaba armoniosamente los colores del otoño: amarillo, rojo, naranja, café y poseía la mirada más bondadosa que la de todos los padres que llevaban a sus hijos a la tienda para regalarles un tren.

-¿No te han hecho daño?- preguntó la locomotora una vez más, al tomar la temblorosa mano del carrito y ayudarla a levantarse de un tirón.

-No me pasó nada, gracias…- contestó Pluma evitando mirarlo, sentía que su fascinación había sido demasiado obvia momentos atrás.

-Discúlpalos, tienen un trato pesado, pero no son malos.- la locomotora sonreía con familiaridad, y los cuatro carros que le habían dado “la bienvenida” trataban de huir disimuladamente.

-¡Ustedes!- se escuchó de nuevo la voz rasposa e imperativa, los huidizos carros se detuvieron en un movimiento seco y el carrito azul no pudo evitar una expresión de sorpresa al percatarse de que el dueño era nada más y nada menos que otra locomotora. Aunque notoriamente de un modelo muy antiguo y con la marca de los años encima de su pintura café, era otra máquina de vapor como las que Pluma tanto admiraba desde siempre.

-Le dieron la “bienvenida” pero no se han presentado, ¿cierto?-

Las mercancías agacharon la cabeza y arrastraron los pies hasta formar una fila horizontal frente a la nueva, finalmente se cuadraron para presentarse.

-Rocky 1- exclamó el rojo con seriedad
-Rocky 2- continuó el verde
-Rocky 3- los siguió el azul, antes de dar un salto y una mecánica reverencia.
-Yo soy Tabicón- completó el vagón café con indiferencia –no te quejarás, Pluma no suena tan horrible…

El vagoncito azul sonrió, entendiendo la broma con la que el carguero café le había descubierto un nombre.

-¿Y tú qué? ¬¬- preguntó Tabicón tajantemente mirando a Tizne, que se había quedado a un lado de Pluma y solo miraba a la nada un tanto disperso.

-¿Qué? ¿Yo? ¡Ah!- reaccionó con un sonrojo y cuadrándose torpemente –Me llamo Tizne, mucho gusto.- se presentó finalmente con una sonrisa apenada.

-A mi simplemente me llaman Jefe.- se presentó la locomotora mayor con amabilidad.

-Y yo soy…

>SSSCRRRRIIIIIICCCCCHHHH!!!!<

La joven locomotora estuvo a punto de decir su nombre, pero fue interrumpida por el sonido de un derrapón que hizo voltear a todos y fijar su atención en un vagoncito pequeño, apenas unos centímetros mayor a Pluma pero de color rojo intenso, que con toda la calma del mundo caminaba hacia ellos, deteniéndose al mirar a una desconocida y mirándola con legítima curiosidad.

-¿En dónde estabas?- pregunto el Jefe con autoridad.

-Por ahí.- respondió el carrito rojo sin apartarle la vista de encima a Pluma, que comenzó a sentirse incómoda.

-Ella es Pluma, preséntate al menos.-

-Con que Pluma… yo soy el Cabús Rojo.- dijo el rojo con desenfado, sonriendo con algo de burla -¿Qué haces con nosotros los de carga? ¿No eres un carro de servicio?

-En realidad no lo sé…- respondió la chica bajando la mirada con tristeza.

-Bueno, ¿y quién dice que todos los carros de carga deben ser hombres?- interrumpió la joven locomotora, poniéndose entre Pluma y el Cabús y mirándola con una sonrisa.
-Mi nombre es Ferro.

“Hasta el nombre es bonito.” Pensó Pluma con ilusión… si estaba ahí… tendría la oportunidad de correr enganchada a él. Su gran sueño de correr enganchada a una locomotora, se sentía tan cerca que podría tocarlo.

-¡Cabús fue el que se levantó temprano! ¡Sobre él!- gritó el Rocky 1, y armando un gran escpandalo todos los demás vagones se lanzaron a desquitarse de haberse levantado temprano.

-¿Lo ves? Solo juegan.- dijo Ferro mirándolos correr tras el carrito rojo, divertido.

-Sí, eso veo…- susurró Pluma intentando sonreír. Comenzaba a comprender su nuevo hogar.

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En estos dós capítulos me quedan en claro dos cosas: a)las mercancías (se me pegó el término de StEx España y me parece un muy buen sinónimo para echarle mano) son un completo desgarriate excepto Tizne, y b)Ferro es cute.
Hace unas noches en una larga desvelada por messenger, salieron cosas muy útiles. La más importante es que por fin descubrimos qué es Pluma, pero no se los puedo decir aún, y la otra cosa es que tal vez incluya a un olvidado personaje (mucho más olvidado que el Cabús Rojo, sin el que no coincibo StEx y estuvo presente desde el principio de esta idea) a quien algunos conocerán, otros no: Belle, el carro dormitorio. Le encontré incluso un nombre en español: "Meme", por la expresión mexicana de "hacer la meme" que no significa más que dormir.
Fin del choro mareador, no se quejarán, los Reyes Magos les han traído un nuevo capítulo, totalmente en el ambiente de los trenes de juguete y que este muscal fue un regalo de Webber para su hijo jejeje.