Capítulo 1.
Revelación de madrugada
Fakir despertó sobresaltado… la Luna ya había terminado gran parte de su recorrido, y su luz se filtraba por el tragaluz iluminando tenuemente el escritorio lleno de libros y papeles.
El muchacho se cubrió la cara con las manos… ese sueño lo perseguía… su memoria evocaba aquél baile con Ahiru con una frecuencia preocupante.
Noche tras noche, mientras su conciencia dormía, su subconsciente bailaba un pas-de-deux con ella. Y al final del baile, teniéndola entre sus brazos, sus labios se acercaban lentamente… cada noche más cerca.
Y entonces él despertaba. Encontrándose sólo en su cama, en su fría habitación, en ese colegio lleno de gente que fingía no ser extraña.
¿Quién lo conocía realmente? Lo conocían Mythos y Rue… Mythos mucho más que Rue… y ahora ellos lo habían abandonado. Eran felices juntos en algún reino lejano, mientras él estaba solo, encerrado aún en ese colegio.
¿Por qué continuaba ahí? Por el ballet, el ballet le ayudaba a combatir la soledad… el ballet y Ahiru.
Pero Ahiru era ahora solamente un pequeño pato que vivía en el lago, usualmente iba hacia la fuente del colegio, y esperaba que Fakir llegara en sus descansos entre clases, y al terminar estas, iban juntos al lago para pasar el resto de la tarde. Hasta que Fakir debía volver al colegio, a aquél dormitorio que tenía una cama sobrante desde que Mythos había partido.
Ahiru era la única que lo conocía y comprendía… aunque de ella Fakir solo podía entender cua-cua.
¿Porqué la había conservado como un pato? ¿Porqué no le permitió ser una chica? Una chica con dos brazos, dos piernas, y una voz humana…
Dos brazos para abrazar, dos piernas para bailar, y una voz para conversar… con él.
Fakir se abrazó por los hombros y un sollozo escapó de sus labios, ¿qué era lo que había estado sintiendo esas últimas madrugadas? Ese pensamiento anhelante por Ahiru, de tenerla cerca en ese momento, de tenerla cerca siempre. Ni siquiera en todas las madrugadas juntas, aquel sentimiento había sido tan fuerte.
Le helaba los huesos… le quemaba el corazón… las lágrimas no pudieron quedarse más tiempo en sus ojos…
Se levantó de la cama y caminó hacia el escritorio, sentándose violentamente, tomando el papel y entintando la pluma aun con la visión nublada por las lágrimas, comenzó a escribir frenéticamente, casi a ciegas…
Convertirse… por siempre… un pato… quedarse… con él…
Exhausto, el muchacho cayó dormido sobre el escritorio… su mano volcó un vaso medio vacío, y su contenido corrió la tinta aún fresca…
miércoles, 22 de octubre de 2008
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