Capitulo I
La esperanza termina en Verona
Edith III de Verona, princesa real y prometida del príncipe de la provincia, paseaba por su hermoso jardín de fuentes embaldosadas, aquella mañana había recibido una carta de su querida hermana Elsa. Mayor a ella, había sido desposada por un rico señor de vastas tierras, hacia ya varios años, a partir de entonces los múltiples compromisos de su nueva vida habían monopolizado de tal forma la existencia de su hermana que su ultima reunión se había efectuado hacía casi 15 años.
Por lógica, aquella carta era a un mismo, motivo de intriga y dicha, hallando finalmente un lugar cómodo para leer, los sirvientes le llevaron un confortable sillón que colocaron al pie de una higuera de frondosa guía, Edith tomo asiento e inició su lectura.
“Querida hermana:
Han pasado años desde nuestra ultima correspondencia, me veo obligada a disculparme e intentar explicarlo, sin embargo, apenas he hallado tiempo para escribir esto y me temo que pronto necesitaran de nuevo mi presencia, por lo que me veo obligada a ser breve.
Recordaras a mis hijas, cuatro doncellitas que Dios me ha permitido convertir en damitas, talvez al recordar esto, tu animo se sienta ofendido al creer que no tuve la cortesía de invitarte a las nupcias que por edad ya deberían haber contraído, sin embargo, mi pequeña hermana, temo que mi conciencia esta limpia de tal falta. ¿La razón? Muy sencilla, mis hijas aún no se han casado, imagino tu rostro al leer esto y haces bien en hacer tus cuentas, estas en lo correcto. Si, si tienen esa edad.
Tal vez recuerdes que en alguna de nuestras conversaciones llegue a comentarte que no las obligaría a casarse, así lo he hecho, con el paso de los años he aprendido a perdonar a nuestros amados padres, incluso a nuestra querida hermana, pero se que jamás me perdonaría el someter a mis pequeñas al martirio que sufrí, aún ahora me atrevo a pensar que no he hecho mal, sin embargo todo tiene un limite, con su padre en Tierra Santa, la responsabilidad es solo mía, han rechazado a todos sus pretendientes, uno a uno, metódicamente, no hay mas prospectos en la región y el verlas en la flor dela vida me hace temer raptos y deshonras.
Han sido ya demasiadas mis noches en vela, pero al final me parece que han sido productivas, he aquí finalmente el motivo de esta carta, querida hermana eres mi ultima esperanza, te enviare a mis hijas con la esperanza de que bajo tu protección y en tus tierras, encuentren el amor y la esperanza que aquí simplemente no han hallado, por favor no me repliques, estoy perfectamente consiente dela situación reinante en la provincia, pero ten piedad y recuerda que si este ultimo intento fracasa, me encargare de que consagren a Dios sus virtudes en el convento mas adecuado, te lo ruego...
Con sincero afecto
Elsa”
La princesa dobló con cariño la carta pensando en la petición ahí escrita, era sin duda un asunto delicado. Lo comprendía, en realidad, realmente lo comprendía y había tomado la decisión de aceptarla cuando un sirviente se acercó para informarle que al patio principal había arribado una carroza dela que descendieron cuatro doncellas que aseguraban ser sobrinas dela señora de la casa.
Edith se levantó de inmediato y acudió al citado punto donde en efecto se hallaban cuatro doncellas supervisando el arribo de varios coches mas, que, presumiblemente transportaban sus pertenencias, la mujer aclaró su garganta intentando llamar su atención, ellas voltearon, tras mirarla un instante, se le acercaron e hicieron una cortes reverencia que fue inmediatamente seguida por un abrazo grupal hacia la desconcertada princesa.
-¡TÍA EDITH!-
Corearon antes de comenzar a reír.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios! Me ayudan a mejorar.