miércoles, 22 de octubre de 2008

Hogar 2

Capítulo dos.
Casi mártir.


No sabía que agonía era más fuerte.

Los moribundos ideales de libertad, revolución, la fuerza de la juventud contra la represión, la intolerancia, discriminación y prepotencia se apagaban un poco más con cada gota de sangre que brotaba de una herida causada por el cañón de una bayoneta. El dolor y la impresión iniciales habían sido tan fuertes que le causaron la pérdida de la conciencia el tiempo suficiente para que los soldados lo tomaran por uno de tantos que habían caído muertos en ese momento, ignorándolos para que ninguno de los insurrectos que huían escapara de su implacable persecución.

Lo ignoraron… o no lo vieron.

Recuperar la conciencia fue el golpe mas duro de su vida. El insoportable dolor, el frío de la nieve bajo su cuerpo que contrastaba con el calor de la sangre en su pierna y el silencio sepulcral de la calle en que se encontraba le hicieron comprender de pronto que todo había terminado.

No podía moverse. Dolor. ¿Cuántos más habían caído junto a él? ¿Cuántos mas caerían? Dolor. ¿Terminaría muerto, o tal vez paralítico? De cualquier manera: ¿cómo podría ser útil entonces para el trabajo más grande que un hombre puede hacer? Dolor. ¿Lo echarían de menos? ¿Era realmente tan necesario? Dolor, dolor… tal vez debió quedarse en Anatevka… Dol/¡Jodel! ¡Ella lo esperaba! ¡Ella creía en él! En ese nuevo mundo que tanto se había esforzado en mostrarle, ese nuevo mundo por el que luchaba, ese nuevo mundo por el que ahora agonizaba…

Dolor…lágrimas…

-Pierchik… ¡Despierta, Pierchik!

Una voz llamándolo por su nombre… eso era nuevo… hasta el momento lo único que sus delirios de fiebre habían tenido la misericordia de mostrarle eran difusas imágenes de su amada… pero esta vez había escuchado su melodiosa voz llamarlo entre sueños, y al abrir los ojos se había encontrado con la visión mas hermosa y clara que había tenido en todo el tiempo que había permanecido en esa cama. Ni siquiera había dolor, el sudor frío causado por la fiebre le parecía ahora refrescante. Tal vez sus días de confinamiento en un lecho se había terminado, tal vez por fin esa hermosa visión lo llevaría a su descanso… si tan solo ella estuviera en verdad frente a él.

¿Pero porqué lucía tan preocupada? Sonrió débilmente y extendió su mano hacia ella, aunque sabía que no podía tocarla. “Todo estará bien” pensaba decirle… todo había terminado ya, estaba listo para irse…

Y efectivamente, sintió que el alma se le iba al cielo cuando las suaves manos de la muchacha tomaron la suya. ¡La sentía! ¡La estaba sintiendo! ¿Qué sucedía? ¿Cómo podía estar ella ahí? No… ¡no era posible! Pero tal vez… tal vez…

-¿Jodel?

La muda respuesta que recibió terminó de dejarlo perplejo. Los ojos de la joven se inundaron de lágrimas en un segundo y se arrojó sobre el lecho, abrazándolo… acariciando su cabello… llorando con desconsuelo… fue entonces cuando Pierchik notó donde estaba… en Anatevka… acababa de confundir aquella primera visión de la muchacha que ahora le prodigaba tanto cariño con uno mas de los delirios que la fiebre le había causado en aquel monasterio de Kiev.

Estaba con ella…

Al no poder reprimir una amplia sonrisa evidenció que se encontraba ahora lleno de felicidad, ignorando el dolor punzante que acababa de regresar, se concentró en ella y con ternura la rodeó con sus brazos.

-Ssssh… no llores…- susurró dulcemente, sin saber que mas decir.

-¡Eres un tonto! ¡Me asustaste! ¡Me preocupaste!- replicó ella sentida, entre profundos sollozos, antes de hundir el rostro en el hombro de él y llorar aun mas fuerte.

-Perdóname.- suplicó el joven esforzándose por no echarse a llorar también… no soportaba verla sufrir, y mucho menos por su culpa… si se hubiera quedado, si no hubiera perseguido sus aires de grandeza que habían terminado tan mal… ella no estaría llorando… ¿qué tanto dolor le había causado? –Estoy aquí ahora, y todo va a estar bien.- hundió sus dedos en la suave cabellera negra y la estrechó hacia él como si fuera a perderla en ese mismo instante.

-Eres… un tonto…- repitió con un hilo de voz la chica, quedándose inmóvil, llorando bajito.

-Lo sé.-

Pierchik lo sabía, se sentía el tonto e inútil mas grande del mundo… al sentir sus brazos, su calor, sus lágrimas… supo que nunca debió dejarla. ¿Qué tal si hubiera muerto? ¿Qué tal si no podían volver a estar juntos? ¿Qué tal si había un polgrom mientras él estuviera en algún otro lugar? Afortunadamente estaba a salvo… pero si algo le hubiera pasado, no habría estado ahí para protegerla. Y eso jamás se lo podría perdonar.

-Comprendo que estés enojada conmigo…- murmuró suavemente en el oído de ella, debía hacerle comprender que no podía enfadarse con ella, aun con cualquier clase de reproches o agresiones que pudiera lanzarle. Nada podía quitarle el alivio y la felicidad de tenerla en sus brazos.

-¿Y cómo debería sentirme? No supe de ti en tanto tiempo, y ahora llegan y me dicen que estás aquí, herido…- ni la misma Jodel sabía como sentirse, en realidad. Estaba ahí con Pierchik, lo había extrañado tanto, todas las noches rogaba por su regreso, o al menos por su seguridad… pero no podía dejar de pensar que la había dejado… que día con día su padre y algunos otros conocidos hablaban tan mal de que él se hubiera ido, de que sus locos ideales importaban mas que ella… y hace unos momentos…

-Me asusté tanto al entrar y encontrarte ardiendo en fiebre, con un sueño tan intranquilo…- se separó un poco de él y acarició su cabello, sonriendo un poco… mechones tan rebeldes como él caían en su frente -…pensé que…- pero las lágrimas no la dejaron seguir hablando, desvió la mirada… estaba enojada.

-Yo también…- la temblorosa mano del joven se adelantó hasta acariciar la mejilla de la chica -…pensé que no volvería a verte, Jodel, pensé que no volvería a estar junto a ti para cuidarte, para hacerte sonreir, para abrazarte… nunca quise herirte. Perdóname.-

El par de ojos cargados de lágrimas buscaron los del joven… si podía ver arrepentimiento en esa mirada, no dudaría de ninguna palabra que los labios de su dueño pronunciara, y se encontró con una mirada a punto de desfallecer… la herida reclamaba fieramente ante los intentos del joven por ignorarla, el dolor estaba a punto de vencerlo.

Pierchik cerró los ojos con fuerza, no podía rendirse, no frente a ella. ¿Cómo podía brindarle la confianza de que la protegería, si no podía ni siquiera soportar su propio dolor?

Sus ojos se abrieron de golpe con la sensación de una caricia en su rostro. Miró a Jodel con esfuerzo… comenzaba a perder nitidez… alcanzó a adivinar una sonrisa… le sonreía… le regalaba caricias… a pesar de todo…

-Tranquilo, todo estará bien.- alcanzó a escuchar –No te esfuerces, descansa…-

Un escalofrío le hizo recordar la fiebre, el frío… pero ella estaba… estaba con él… era todo lo que importaba en ese momento.

-Perdóname, mi amor…-

Pronunció débilmente antes de cerrar los ojos, sintiendo en el último segundo antes de ser derrotado por el dolor un suave beso en su mejilla.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

._. ¿Es mi imaginación, o en serio es lo mejor que he escrito?

Pues bien, no podía empezar la fic con lo que empecé este segundo capítulo, porque en serio parecía que Pierchik se nos iba… y que no se muriera le hubiera restado seriedad al asunto. Así que dejé claro desde el principio que estaba vivo.

Y pues bueno, el objetivo del asunto era que se reencontraran, y pues ya pasó, así que… aun queda la duda de que va a hacer Pierchik en los acontecimientos subsecuentes, pero no tengo ni idea de cómo continuar, así que si quieren esperar, váyanse jalando una silla.

Ah es cierto, los polgrom eran las persecuciones y agresiones contra los judíos por parte de las autoridades. La discriminación es una de las cosas más estúpidas de la naturaleza humana, así que Love and Peace!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus comentarios! Me ayudan a mejorar.